Estamos en el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida, que Jn pone en boca de Jesús, después de la cena. En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división de los organismos vivos, en partes, siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos, necesita de los tres elementos.
El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT, Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Jn es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso. Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho, si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan. Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid. Forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva. Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den fruto. Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suele utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Jn el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado. No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina. Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una moralidad. El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús. Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos capacita para obrar. Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte. En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Jn. El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento, que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios, que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios. Meditación En el centro de mi ser esta la fuente de Vida. En el orden del Espíritu, todo es Uno. La aparente diversidad es una ficción de la mente. Si consigo trascender el mundo de las apariencias, me encontraré inmerso en la inmensidad del Ser. En mi verdadero ser, la armonía y unidad son absolutas.
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Una anécdota y un consejo
Hace años un amigo tuvo que predicar este domingo en un pueblo de la Axarquía malagueña, donde los hombres estaban acostumbrados a ir todos los días al bar a tomar una copa de vino. Un sitio ideal para hablar de la vid y los sarmientos. Sin embargo, cuando terminó la misa, le preguntaron llenos de curiosidad: "Padre, ¿qué es la vid?" En aquel pueblo a las vides las llaman cepas. No se habían enterado de nada. Experiencia parecida tuve yo la primera vez que di charlas bíblicas en Centroamérica. La gente nunca había visto una vid o un olivo. Por desgracia, Jesús nunca contó la parábola del buen cafetero. Lo primero que debe preguntarse el que vaya a tener una homilía este domingo es si la gente entenderá una parábola contada en una cultura campesina y mediterránea. En nuestros días, Jesús probablemente habría contado otra muy distinta en la forma, aunque idéntica en el fondo. Una parábola en la que el Padre es un informático, Jesús la corriente eléctrica y nosotros ordenadores (computadoras) que no pueden funcionar si no están conectados a él. Incluso a los que funcionan bien, el Padre los limpia a fondo para que funcionen mejor. Pero esta adaptación, aparte de ser mucho menos poética, comete el mismo error: quien no viva en una cultura tecnológica no la entenderá; y dentro de unos años, cuando los ordenadores no necesiten estar conectados a la red, la parábola perdería su sentido. Más vale atenerse a la imagen original. El labrador, la vid y los sarmientos Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse un rey»). El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida. 1ª lectura: la poda de Dios La fábula destaca una de las acciones que realiza el labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Estas palabras del evangelio se pueden aplicar muy bien a lo que cuenta de Pablo la primera lectura. Después de su conversión, podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades. 2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión. «Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él». «Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.» El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos. Todos los seres humanos vivimos profundamente relacionados. El vínculo es algo que nos caracteriza esencialmente. Este relato evangélico nos descubre una relación muy poderosa. Sin la cual, dice el texto, estamos desconectados, secos, como muertos… Es una vinculación profunda con Jesús, fuente de vida y de acción. “Sin mí no podéis hacer nada”, “separados de mí no dais fruto”… Nuestras acciones y especialmente la fecundidad de estas acciones dependen de esta conexión profunda con Jesús. De lo contrario, aquello que hagamos “separados” o por nuestra cuenta, será caduco, le faltará profundidad y sentido.
Como es habitual, el Jesús de los evangelios no expone esta situación con largas explicaciones o filosofías, sino que utiliza imágenes, parábolas o símbolos ciertamente conocidos por todo el mundo. En este texto nos habla a partir de la vid, una planta que ha sido objeto de mucha significatividad en la tradición judía. La vid, o mejor, la viña, en textos del Antiguo Testamento, representa al pueblo de Israel, al cual Dios ha plantado, podado y cuidado de todas las maneras posibles. El Padre ha sido representado en muchas ocasiones como un labrador que cuida a su viña Israel. A diferencia de otras parábolas e imágenes, el que actúa con eficiencia y radicalidad es el Padre. Jesús aparece fijamente fecundando como la savia a los sarmientos, pero quien riega, poda, corta… es el Padre. Nosotros tenemos la tarea de permanecer; permanecer unidos, vinculados, conectados a él de donde mana la vida, porque sin él “no podemos hacer nada”. Nuestra fe es un continuo de apertura y respuesta; y de arriesgar en tiempo de dudas. Y siempre, pase lo que pase, Dios actúa. Pero lo que resulta radicalmente novedoso respecto al Antiguo Testamento es que Jesús se presenta a sí mismo como la vid. Ya no se trata solamente de un pueblo al que Dios consolida y asiste. Dios mismo, en Jesús, es la savia que corre por esta comunidad-vid. Cada uno en esta comunidad somos como los sarmientos, ramas nacientes, destinadas a dar fruto. Diversos textos paulinos hablan de esta misma situación. Un texto clave es Colosenses 1,17: “Cristo existe antes que todas las cosas y todas tienen en él su consistencia”. Y también “Dios tuvo a bien hacer habitar en él toda la plenitud. Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas” (Col 1,19-20). En épocas de búsqueda de sentido o de desorientación, reencontrar la vinculación existencial con “todas las cosas” y encontrar la “consistencia” en Cristo se vuelve fundamental. Cuando las experiencias de aislamiento, abandono o de individualismo resultan generalizadas, la lectura de este texto nos anima a potenciar las relaciones profundas y a reforzar la corriente de vida que viene desde Jesús y que nos comunica entre nosotros de manera creativa. Precisamente es de esa MARÍA, la antítesis de lo que dice el titular de este escrito de la que queremos hablar: La mujer sencilla y humilde, campesina y pastora, solidaria y amorosa, refugiada y migrante. La esposa del carpintero JOSÉ y la madre del verdadero liberador de la humanidad: JESÚS de Nazaret.
La MARÍA que para los cristianos garantiza la grandeza de su hijo JESÚS. La amorosa y respetuosa fe en Dios; el Dios judaico; el Dios de la Vida. Por eso los profetas bíblicos escribieron tantas maravillas sobre ella. Analicemos algunos textos del Nuevo Testamento sobre la esencia de MARÍA: Al enterarse a través del ángel GABRIEL que sería la madre de JESÚS, dijo MARÍA con suficiente humildad e imbuida de un profundo amor: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como has dicho”. Lucas 1, 38. Y MARÍA a pesar de su estado de preñez, fue hasta las serranías de JUDÁ donde estaba ISABEL, su prima, preñada de 6 meses y en un gesto de solidaridad y desprendimiento la cuidó por tres meses hasta que nació JUAN el que después sería el Bautista. Pero al llegar MARÍA a la casa de ISABEL ésta le dijo: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor”. Lucas 1, 42-43 y ella le contestó con la bella oración que se llama el Magníficat que no tiene nada que ver con reinados terrenales, ni con riquezas, ni coronas de oro, ni vestimentas finas, ni templos suntuosos, ni poder militar, pero que exalta la figura humana y sencilla de MARÍA: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de su trono y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre. Lucas 1, 46-55. Posteriormente en todo el Capítulo 2 del evangelista Mateo podemos leer sobre el sufrimiento de la familia nazarena mientras eran perseguidos por el poder militar herodiano que pretendía matar a JESÚS siendo recién nacido y toda la familia huyó a Egipto por muchos años. Después vino la vida, obra y testimonios de JESÚS hasta la muerte por el poder romano de él y la mayor parte de sus discípulos. Si es cierto que en la cruz donde murió JESUS se leía en un rótulo INRI, que significa Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Esto no porque JESUS se proclamaba rey, sino que lo escribieron los romanos como mofa. Esta manipulación de JESÚS y MARÍA como rey o reina y hasta emperador o emperatriz nos llega desde los tiempos cuando el “cristianismo cupular” se prostituyó en tiempos del Concilio de Nicea, AÑO 327, que reunió cerca de 300 obispos dirigido por el papa SILVESTRE I aliándose al poder en favor del Imperio Romano, eran los tiempos del emperador FLAVIO VALERIO AURELIO CONSTANTINO (272-337 d. C). Varios de los papas anteriores a SILVESTRE I, murieron como mártires cristianos, perseguidos, reprimidos y asesinados por los diferentes emperadores, aunque algunos también se aliaron al Imperio. A MARÍA como madre de JESÚS se le venera y estima en varios lugares del mundo con diferentes nombres, pero es la misma MARÍA histórica de nuestra semblanza. Se le conoce en México como GUADALUPE, en Venezuela como COROMOTO, en Nicaragua como LA INMACULADA, en Yugoslavia como MEDJUGORJE, en Portugal como FÁTIMA, en Cuba como CARIDAD DEL COBRE y en Honduras como SUYAPA, teniendo como fecha central el 3 de febrero. A SUYAPA desde 1925 el papa PIO XII la nombró PATRONA DE HONDURAS, que debería ser MATRONA, pero en los tiempos del dictador golpista y violador de la Constitución, el general OSWALDO LÓPEZ ARELLANO en 1969, le asignó a MARÍA DE SUYAPA el rango de capitana general de las fuerzas represoras y golpistas, una verdadera estupidez y burla que como cristianos no podemos entender. Vaya usted a creer semejante barbaridad de la cual la Conferencia Episcopal, CEH, calló. Además no debemos olvidar que LOPEZ A. y los militares estuvieron de facto en el poder del Estado desde 1963 hasta el 1982. Nos desagrada, entonces, que con unas FUERZAS ARMADAS tan asesinas, represoras, corruptas y violadoras de la Constitución se quiera comparar la dignidad de esta mujer, madre de JESÚS, que es todo un símbolo de fe para el cristianismo. Las grandes iglesias en Alemania viven de impuestos eclesiásticos, servicios estatales y patrimonio. Es cuestionable que esto sea bueno para ellas.
Johannes Tetzel, dominico y durante mucho tiempo predicador de indulgencias de mala fama, se convirtió en subcomisionado general para indulgencias en las diócesis de Magdeburgo y Halberstadt en 1517. Su misión: ganar dinero para la Iglesia a través de la promesa de poder pagar sus pecados y los de sus antepasados con dinero. La promesa quedaba escrita en certificados impresos de indulgencias: Cuando el dinero suena en la caja, salta el alma al cielo. Una tercera parte de lo que obtuvo era para el Papa León X., que lo utilizó para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, pero sobre todo para financiar su opulenta forma de vida, y una tercera parte a Albrecht de Brandenburgo, que le había comprado tres obispados – Maguncia, Magdeburgo y Halberstadt – al Papa en contra de todas las normas eclesiásticas, y que así le pagaba sus deudas a los Fuggers. El último tercio estaba reservado para Tetzel y su monasterio. Cuando también se puso a vender sus certificados de indulgencia en Wittenberg, se dice que había enojado tanto a Martín Lutero que este quiso iniciar una disputa teológica sobre la venta de indulgencias con sus 95 tesis, que la iglesia rechazó. El cisma de la institución en la Reforma se remonta, pues, al manejo que los responsables de la Iglesia en aquella época le daban al dinero. ¿Y hoy? A 6.262 mil millones de euros se suman los activos de las seis corporaciones centrales de la arquidiócesis de Munich-Freising. Sin contar las propiedades, la finca raíz e inversiones de otras 3000 corporaciones católicas, legalmente independientes en esta arquidiócesis. Se hace caso omiso del patrimonio de los monasterios, de las órdenes religiosas, de la Caritas. Munich Freising es quizás el más rico de las 27 (arqui) diocesis alemanas. Nadie sabe cuáles son los activos totales de todas las 20.000 corporaciones independientes católicas de derecho público en Alemania. Nadie sabe cuáles son sus ingresos anuales. La Iglesia Católica recibe seis mil millones de euros tan solo del impuesto eclesiástico. Pero ésta es sólo una de sus siete fuentes de financiación, aunque sea la más productiva. Más importante que la cantidad absoluta de riqueza e ingresos, sin embargo, es la cuestión de si la iglesia necesita tanto dinero, como lo maneja, si cumple con sus propias normas éticas sociales. Depende de ello su credibilidad o si el dinero es su destrucción. La iglesia en la Edad Media era un gran terrateniente, tenía siervos, requería de los campesinos trabajos gratuitos y recaudaba donaciones. La propiedad terrenal despertó la envidia de los señores mundanos. A lo largo de los siglos fue objeto de expropiaciones masivas. Las dos iglesias cristianas derivan su derecho a prestaciones financieras estatales de la secularización de la propiedad eclesiástica. Hoy en día, estos servicios estatales representan sólo el 2,5 por ciento de los ingresos que las dos iglesias hacen públicos, pero las iglesias pretenden, que en medio de todos los trastornos políticos y económicos de los últimos 200 años, solo una única cosa ha podido permanecer constante: su derecho a una cantidad de dinero en el fondo ficticia. Resulta particularmente pícaro el argumento jurídico de los expertos en Derecho eclesiástico de Estado que los gremios gobernantes de las iglesias, como los responsables de las corporaciones de derecho público, no pueden renunciar voluntariamente a las prestaciones financieras del estado sin hacerse culpables de malversación de fondos. Habría una salida: podrían ofrecerse a iniciar negociaciones al respecto y reemplazar las prestaciones financieras estatales por la obligación de los estados federales de mantener monasterios abandonados de valor histórico y artístico a expensas del Estado. Sería más honesto que seguir insistiendo en los pagos. La fuente más importante de ingresos para ambas iglesias es el impuesto eclesiástico; en muchas diócesis y algunas iglesias regionales representa más del cincuenta por ciento de los ingresos. No es una prestación estatal, sino una cuota de membresía impuesta por el estado. Fue inventado a mediados del siglo XIX en Prusia, cuando le resultó al Estado demasiado costoso seguir pagando el número fuertemente incrementado de clérigos que concomitante a la explosión demográfica durante la revolución industrial. Su introducción fue entonces ferozmente opuesta por la Iglesia Católica. Hoy en día el impuesto a la iglesia es a su vez ferozmente defendido por ella. Hasta 1905 se introdujo en todos los estados alemanes, sus resultados en ese momento estaban por debajo de los ingresos por prestaciones financieras gubernamentales, en 1939 las superaban en dos veces, hoy son veinte veces mayores. Esta forma de financiación fue confirmada por el llamado Tercer Reich. La recaudación directa del impuesto de la iglesia sobre el salario de los empleadores fue posible gracias a la obligación de inscribir la afiliación religiosa en la tarjeta del impuesto sobre la renta (Nota: cada asalariado debe presentarle al empleador una tarjeta de impuesto sobre la renta para permitirle a este deducir el impuesto sobre el salario y pagarlo directamente al Estado.) Hoy se justifica preguntar: ¿Necesita la Iglesia todo el dinero que tiene a través de impuestos eclesiásticos, prestaciones estatales y patrimonio? ¿Se llevaría bien con menos? Una vida como en la tierra de la leche y la miel 150.000 personas tiene un empleo en la Iglesia Católica, otras 600.000 en Caritas. Sin embargo, el 98 por ciento de Caritas se financia a sí misma mediante fondos estatales, pagos de fondos de seguros de salud y enfermería y contribuciones de los usuarios de sus instalaciones. El ochenta por ciento de la ayuda internacional proporcionada por Caritas es financiada por el gobierno y las donaciones recaudadas, mientras que solo el resto es financiado por la Iglesia. Por lo tanto, es un mito el hecho de que los impuestos eclesiásticos se destinen principalmente a fines sociales. Las iglesias gastan muchos miles de millones de euros en su personal; esta es la mayor parte de sus presupuestos. Los edificios y su mantenimiento son el segundo bloque de gasto más importante. El gasto en todo lo demás -educación, medios de comunicación, la iglesia universal- es bajo en términos porcentuales. La Iglesia en Alemania: Desde un punto de vista financiero, esta es una vida como en la tierra de la leche y la miel. Y mientras menos personas asistían a misa, más la iglesia expandía su estructura organizacional y su personal. Un ejemplo: En la arquidiócesis de Munich-Freising trabajan para la Madre Iglesia 15.000 personas, de las cuales 500 son sacerdotes. El Ordinariato emplea a 870 personas, muchas de las cuales son especialistas en liturgia, educación, juventud, construcción, arte, instalaciones solares y separación de residuos. Quieren hacer bien su trabajo y resumir sus conclusiones en consejos y regulaciones para los 300 curas que trabajan afuera. Quieren que estos lean todo eso y lo pongan en práctica. La administración sustituye el cuidado pastoral. Una consecuencia de la riqueza de una iglesia que puede permitirse semejantes estructuras. ¿Es necesario que las iglesias que se encuentran en esta posición financiera única en el mundo continúen insistiendo en las prestaciones estatales y los impuestos eclesiásticos conformes a este modelo? ¿No explotan hoy descaradamente la situación de 1949, cuando se estableció su sistema de financiación, en un momento en que el 97 por ciento de la población era cristiana? Hoy en día, sólo el 55 por ciento de los 82 millones de personas en Alemania son miembros de la iglesia. Cada vez son menos, sólo el diez por ciento de ellosasisten regularmente a misa. De esto se derivan dos patrones de argumentación para la credibilidad de la Iglesia: ¿No deberíamos nosotros -según algunos de ellos- ampliar masivamente nuestro patrimonio para que la Iglesia, cuando pierda más y más miembros, pueda vivir de las rentas de ese patrimonio? En realidad, muchos ordinariatos actúan exactamente según esta lógica. En el proyecto de presupuesto publicado se subestiman sistemáticamente los ingresos y se supervaloran los gastos. En el presupuesto suplementario se utilizan los fondos así obtenidos para negocios de finca raíz, remodelaciones, o inversiones financieras. Muchos párrocos también tratan de cuidar el futuro de su congregación: Colaboran con desarrolladores de proyectos inmobiliarios para construir edificios lucrativos en terrenos de la congregación con el fin de obtener ingresos duraderos por concepto de alquiler. Desde un punto de vista ético-social, sin embargo, la iglesia cae en una trampa: quien acumula dinero o bienes raíces para obtener el mayor ingreso posible de él para la supervivencia de su organización no debe tener en cuenta los aspectos sociales o morales, sino que debe estar atento a las ganancias. El gestor eclesiástico se enfrenta a la cuestión de si debe poseer acciones de VW, a pesar de que el Grupo está dañando el medio ambiente por la manipulación de las medidas de los gases de escape, y donde se sitúan las barreras éticas a su inversión en general. Y si la iglesia les exige el cuatro por ciento del valor del terreno a jóvenes constructores de casas como enfiteusis hereditaria, a pesar de que los intereses para financiar actualmente son de dos por ciento, ¿se trata entonces de codicia o preserva los bienes de la iglesia, como lo exige el Códice Juris Canonici CIC? Por supuesto, también cabe preguntarse qué provisiones debe realizar una iglesia para prever para un tiempo cuando su organización esté vacía porque no tiene suficientes miembros ni suficientes sacerdotes para justificar el aparato y el esfuerzo de hoy. Si ya no hay 23 millones de católicos en Alemania, sino sólo 10 millones, no habrá necesidad de 20.000 iglesias, 12.000 casas parroquiales o 150.000 empleados. Y si la Iglesia Católica, que es una iglesia sacerdotal, ya no tiene sacerdotes, ¿por qué necesita dinero y patrimonio? En la actualidad tenemos todavía 12.000 sacerdotes diocesanos. Si continuamos con menos de sesenta nuevos sacerdotes ingresando a sirvirle a la Iglesia cada año, sólo habrá 4.000 en unas pocas décadas. La Iglesia Católica tampoco cumple con sus propias metas con respecto a otras normas éticas sociales, de subsidiariedad y transparencia: Las parroquias se mantienen en una especie de pseudo-empleo autónomo, no se les permite gastar dinero o concluir contratos de trabajo sin el permiso de la administración diocesana. Hasta ahora, apenas dos tercios de los obispados han hecho transparente la situación financiera de sus corporaciones centrales, y los presupuestos de las parroquias siguen faltando en sus balances. Es el manejo del dinero por parte de la Iglesia lo que amenaza su credibilidad y amenaza con destruirla. Porque las estructuras de la Iglesia deben estar al servicio de su misión, no de su financiación. Teólogos como Bernhard Spielberg ven la mayor amenaza para la iglesia en Alemania en el sistema de impuestos eclesiásticos. El impuesto eclesiástico hace que la iglesia sea independiente de sus miembros. Esto significa: Una vez allí, estos creyentes ya no necesitan ser reclutados diariamente. Ellos pagan, incluso si no desgastan ni siquiera un libro de himnos, no necesitan la calefacción de la iglesia, no gastan el tiempo de su párroco. Spielberg llama al impuesto eclesiástico “tarifa plana para el acompañamiento litúrgico en situaciones de vida especiales”. Según el lema: “Si ya estamos pagando, queremos tener lo más posible, al menos en festivos y celebraciones familiares. Sin embargo, Spielberg y sus compañeros de armas creen que la iglesia debe preocuparse principalmente por la gente y no por su dinero. Que no puede ser que la no participación en el sistema impositivo de la iglesia impida la participación en el Reino de Dios. Se parece mucho a Martin Luther. Como un segundo pensamiento: si a la gente se le permitiera tener más voz en la iglesia, volvería a interesarle nuevamente. El impuesto cultural tiene encanto Las relaciones de la Iglesia con el dinero traen consigo muchos problemas: no corresponden a sus propias normas éticas sociales. La falta de transparencia y las posibilidades de participación disuaden a los creyentes. En caso de problemas con la iglesia o problemas financieros, el impuesto eclesiástico anima a la gente a apartarse y conduce a una actitud malsana de consumo. Los superiores de la iglesia, sin embargo, consideran que el nivel de los recursos financieros de hoy en día es absolutamente necesario y los defienden con dientes y garras, sin importar si el poder del dinero destruye a la iglesia como institución. Esta dotación financiera, sin embargo, es una anomalía histórica única en el mundo, basada en el impuesto eclesiástico: hace 150 años, contra la voluntad de la iglesia, se introdujo como una medida salvífica para el Estado, perfeccionada en el Tercer Reich como resultado de la política racista y sólo realmente productiva en los últimos cincuenta años. Países como Italia o España ofrecen una alternativa: Allí, las iglesias tienen una participación en un impuesto que no puede ser evitado al dejar la iglesia. El contribuyente puede determinar el propósito de parte de su impuesto sobre la renta. Puede nombrar a una iglesia como destinataria, pero también puede dedicar esta parte de su impuesto sobre la renta a la conservación de monumentos históricos, instalaciones sociales o deportivas, por lo que las iglesias deben cortejar a sus miembros cada año para obtener la mayor cantidad posible de este pastel. El hecho de que las dos grandes iglesias alemanas, por el contrario, quieran aferrarse al sistema actual es comprensible desde el punto de vista humano, independientemente de las palabras del Papa Francisco: “Un corazón que cuelga del dinero es un corazón que sirve a los ídolos”. Cualquiera que reciba automáticamente diez mil millones de euros cada año sin esfuerzo no se preguntará si esto es correcto, sino que lo disfruta. Aunque se destruya a largo plazo. Cuando predico o doy charlas, hay personas que escuchan. Y puede ocurrir que hasta estén de acuerdo con lo que expongo y lo acepten. Una cantidad de personas no oyen por la edad, otras están pensando en sus cosas… Y otras no están de acuerdo en lo que trato de exponer. Lo cierto es que cuando yo digo consciente algún disparate premeditado, no veo la reacción inmediata que esperaba de estar en desacuerdo. Porque nos hemos habituado a oír, como quien oye llover.
Pero me da que eso no es lo importante. Nosotros enseñamos, opinamos, exhortamos, condenamos… Hay miles y miles de escritos de la Iglesia, sobre todo del papa, los obispos y los cristianos. Es preciso pasar al diálogo con las personas, a comunicarnos y a escuchar. Un diálogo entre ambas partes; que se cree intercambio de opiniones. No sé cuál es la forma práctica de hacerlo en misas un tanto numerosas. Pero creo que evangelizar es dialogar. La sociedad es pluralista y vivir ignorando esto sería contrario a las exigencias de la naturaleza humana y a las enseñanzas del evangelio. Hemos estado muchos siglos anunciando e imponiendo nuestra fe. Porque se trataba de que los fieles siguiesen aquellas pautas. Hoy, el cristiano necesita descubrir, interrogarse para llegar a encontrar su fe personal. Se requiere una escucha mutua, una visión sobre el sentido que quieren dar a su vida. Necesitamos un estilo nuevo de proponer el Evangelio, un estilo de vida arraigado en unos valores. Y proponer, no un sistema, sino un camino que a cada uno le lleve a un término, con etapas, tras una búsqueda personal y unos interrogantes sin presiones. Muchos se han ido de la Iglesia porque han querido sentirse libres de tanta carga que les hemos impuesto. Se trata de exponer la fe como una propuesta de vida con dudas y aciertos; algo en camino. Sin imponer ni presionar, aunque hayamos actualizado el Mensaje. No se trata de que los fieles piensen como yo, sino de que piensen. No puedo hablar de obligaciones. Es preciso de pasar de una fe impuesta a una fe descubierta, aceptada y vivida. No acierto el cómo, pero siento -preciso y obligado- el que haya un diálogo en la transmisión de la fe y un camino, al que llamamos catecumenado. No podemos ofrecer todo el Mensaje en un primer momento. Se trata de caminar juntos e ir descubriendo, como en Emaús, a Jesús de Nazaret y a través suyo, al Cristo Resucitado. Lo ha dicho el Papa Francisco: "la Iglesia es femenina". Y eso que los que siguen las reformas de este gran pastor afirman que no es precisamente en este campo donde más avances se han producido durante su pontificado. Se han dado algunos pasos pero con un andar más despacio que en otras realidades. La situación eclesial de la mujer no es evangélica si lo pensamos honestamente, es decir, poniendo el acento en cómo Jesús les trataba, sin considerarles en minoría de edad eclesial y después de tantos siglos desdichados para ellas en todos los órdenes, no solo dentro de la Iglesia. Todavía no pueden ser ordenadas sino que sufren el ninguneo como mujeres en la participación en las responsabilidades de la Iglesia. El suplemento Mujeres Iglesia Mundo de L'Osservatore Romano (marzo 2018) publica la denuncia de "la explotación generalizada de las monjas con trabajos sin paga o sueldos muy bajos", reclamando que la jerarquía eclesiástica debería dejar de tratarlas como simples sirvientes.
¿Sólo han existido cuatro mujeres con méritos -y ninguna laica- en la historia de la Iglesia para ser declaradas doctoras? Además de constatar la presencia única de los varones en las demás instituciones eclesiales o ministerios eclesiásticos (cardenalato, episcopado, sacerdocio, diaconado...). Las monjas y religiosas son mujeres que se han consagrado a vivir radicalmente el testimonio evangélico y sin embargo, con el Código de Derecho Canónico en la mano, su discriminación es más grave que la de las mujeres laicas. El 22 de julio de 2017, el Vaticano dio licencia a la hermana Pierrette Thiffault para celebrar una boda en una diócesis de Quebec, debido a la escasez de sacerdotes forzando el capítulo V del Código de Derecho Canónico que afirma lo siguiente: “Donde no haya sacerdotes, ni diáconos, el obispo diocesano, previo voto favorable de la Conferencia Episcopal y obtenida licencia de la Santa Sede, puede delegar a laicos para que asistan a los matrimonios”. Y en otro lugar se afirma que el obispo y el párroco pueden delegar en sacerdotes y en diáconos la facultad de asistir a los matrimonios; pero en ninguno canon se menciona a las religiosas ni a las monjas. Quizá la verdadera razón la da Dolores Aleixandre: existe un temor en la Conferencia Episcopal, como si cualquier mujer que defiende sus derechos estuviera reclamando la ordenación. Pero no se trata de eso, sino de que el Evangelio empuja de abajo a arriba, porque habla de una comunidad circular en la que alguien tiene la presidencia, pero en la que todos somos hermanos y hermanas. Me pregunto por qué tenemos tanto miedo al sueño fraterno de Jesús; creo que tenemos mucha confusión entre autoridad y poder. Y a pesar de todo, la mayor parte de quienes asisten a los actos religiosos son laicas mientras los que tienen responsabilidades en la Iglesia son varones. Francisco está impulsando una presencia mayor de seglares en la curia romana pero su reforma se enfrenta a una desigualdad poco acorde con los tiempos e injustificable por la esencia de los textos evangélicos. La Iglesia es femenina, sí, aunque de momento solo en el género sustantivo gramatical. Toda la Iglesia necesita incorporar las aportaciones de mujeres a la experiencia comunitaria cristiana; no es un problema de laica o consagrada, sino de estatus de dignidad personal como seguidoras de Cristo. Las monjas de Estados Unidos, por ejemplo, llevan años en el ojo del huracán de la Curia romana pidiendo una Iglesia que no discrimine a las mujeres, las que han seguido a Jesús desde Galilea (Mc 15,41; Mt 27,55), algo que confirma Lucas (8,1-3) con otras fuentes. Ellas fueron las que recibieron la noticia de la Resurrección. Por tanto podemos creer que han acompañado a Jesús en su predicación del reino, aceptando su misma vida desinstalada, asistiendo a su enseñanza y a sus curaciones, No le abandonan cuando está en la cruz y fueron las testigos del Resucitado. Aun sin ser mencionadas explícitamente, algo propio del lenguaje inclusivo, estas mujeres están presentes en el grupo de discípulos reunidos a los que el Resucitado confía la misión y entrega el Espíritu. En cuanto a Pablo, se encuentra a cristianas en sus lugares de misión y él las respeta, a la vez que reconoce y admira su labor. Pablo defiende el matrimonio ante las posturas ascéticas que comenzaban a surgir (1 Cor 7,5) y lo concibe como una relación de reciprocidad e igualdad entre varón y mujer, haciéndose eco de las tradiciones de Jesús (1 Cor). Pablo menciona a Febe, a quien llama "diácono" o "presidente" de la ecclesia (Rom 16,15). "Ya no hay hombre ni mujer..." (Gal 3, 28). Por los escritos extracanónicos y por los Hechos apócrifos de los apóstoles, se puede ver la resistencia que pusieron las mujeres para no perder protagonismo, sobre todo en Asia Menor ante el movimiento general de patriarcalismo que se dio en la Iglesia. Cuando a las casadas se las sometió al marido, optaron por permanecer célibes, lo que les daba una mayor posibilidad de participación eclesial. Sin embargo, muy pronto también estos grupos de mujeres célibes fueron controlados por varones. No se puede encontrar en boca de Jesús un dicho o palabra que minusvalore o justifique la subordinación de la mujer. El comportamiento patriarcal de la Iglesia posterior con la mujer no pudo basarse ni en Jesús ni en su actitud sino en razones más humanas Sin embargo, la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II afirma que "este tema atañe a la misma constitución divina de la Iglesia", que "la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este dictamen debe ser considerado como definitivo". Pero no es dogma de fe. El biblista Xabier Pikaza es claro: Jesús no quiso algo especial para las mujeres. Quiso para ellas lo mismo que para los varones. La singularidad de la visión de Jesús sobre las mujeres es la "falta de singularidad": no buscó un lugar especial para ellas, sino el mismo lugar de todos, es decir, el de los hijos de Dios. Otro sentimiento que hizo acto de presencia, de manera intensa, fue la frustración, al ver saltar por los aires todos los planes programados y acariciados con tanta ilusión y cariño. Frustración que va acompañada de una sensación de “perder el control”, con todo lo que eso conlleva de inseguridad y malestar para quienes, como en mi caso, ha sido fuerte la tendencia a controlar todo, como medio de garantizar la seguridad.
La frustración altera radicalmente al yo, que cree controlar las riendas de su existencia y que “exige” que todo se desenvuelva según su propio guion. El malestar que experimenta es tan fuerte que, de no haberse ejercitado en convivir con ella, la frustración suele desembocar en una de estas dos actitudes: agresividad o hundimiento, violencia o depresión. Aquí radica también la trampa más grave de lo que se conoce como “educación permisiva”. Cuando no hay firmeza en la educación de los niños, cuando siempre se dice “sí” a sus demandas, cuando –en definitiva– se les quiere ahorrar toda decepción, se les está condenando a un futuro de alto riesgo, que estará caracterizado por la baja o nula tolerancia a la frustración, con las secuelas antes mencionadas. La frustración es inevitable en la realidad impermanente. Pero la intensidad de la misma, en la persona adulta, revela hasta qué punto nos habíamos identificado con algo pasajero, transitorio o efímero. Y recordemos que no existe, en el mundo de las formas, nada que no lo sea. Vista así, desde la comprensión que sabe leer los acontecimientos, la frustración puede vivirse como oportunidad de aprendizaje y de crecimiento en consciencia de quienes somos. La comprensión me hace caer en la cuenta de que la frustración duele –e incluso puede requerir elaborar el correspondiente duelo–, pero que yo no soy nada que pueda ser frustrado: lo que somos se halla siempre a salvo, porque no es afectado negativamente por nada que pueda suceder. Gracias a la comprensión, terminas rindiéndote a lo que hay. Y es justo en ese momento, al dejar de dar vueltas mentales en torno a los planes que se han venido abajo, cuando se hace presente la paz. Lo que es, es. Lo que pasa, es lo que tiene que pasar. Termina la resistencia mental, emerge la serenidad. La frustración deja paso a la paz, que no es otra cosa que resultado de la aceptación o alineación con lo real. Y ahí venimos a experimentar que sufrimos frustraciones pero que, sin embargo, somos Paz. 7. Impotencia / Fluir El yo busca el “sentimiento de omnipotencia” porque lo necesita, tanto para reafirmarse en su sensación de existencia, como para mantener la creencia de que es él quien controla y dirige lo que sucede. Si a eso le añadimos que, mientras lo siente, mantiene alejada la frustración, podremos comprender el valor que representa. Se trata, incluso, de algo que todos hemos vivido y con lo que hemos soñado en nuestra infancia, tal como supo verlo Freud al hablar del “sentimiento infantil de omnipotencia” que, más tarde, se proyectará en la figura del padre y después, tal vez, en alguna otra persona, grupo o incluso en una deidad. El ser humano prefiere mantenerlo de cualquier manera, antes que renunciar a él. Sin embargo, antes o después, la vida se encargará de sacarnos del sueño o engaño –esa es la función de los des-engaños, en cualquiera de las dimensiones de nuestra existencia- y habremos de topar con la realidad, es decir, con nuestra impotencia. La impotencia conlleva el reconocimiento de los propios límites y carencias y la necesidad de los otros para salir adelante. Así, nos baja del pedestal que nuestra fantasía había construido, nos muestra la falacia de la idea de omnipotencia que nos habíamos forjado y nos invita a soltar las riendas y abandonar el control. Soltamos las riendas porque comprendemos que nunca habían estado conectadas a nada, excepto en nuestro sueño ilusorio; abandonamos el control, porque sabemos que no controlamos absolutamente nada. No hay un yo separado que lleve las riendas, ni que controle, ni que haga algo. No existe tal cosa como un “yo hacedor”. Bien leído, el sentimiento de impotencia es capaz de conducirnos a nuestra verdad: no somos el yo separado que se creía poderoso, sino la totalidad que fluye constantemente en las formas y que se manifiesta también en esto que llamamos “yo”. Ese reconocimiento nos hace pasar de controlar a fluir. Soltamos la tensión y nos abandonamos a la sabiduría mayor que rige todo el proceso, cuyo desarrollo nuestra mente limitada es incapaz de captar. Al comprenderlo, nos anclamos en la verdad de lo que somos y experimentamos, ahora sí, la libertad. La totalidad se manifiesta en la forma de una inmensa corriente que fluye con sabiduría. La persona, antes de la comprensión, es como un remolino que hubiera olvidado que es agua, y se empeñara en controlar las circunstancias para no perder su forma retorcida. La fuerza de los hechos podrá hacerle ver que no es el remolino que pensaba ser, sino la misma agua que ha tomado una forma concreta. Mientras se creía remolino, alardeaba de control y de libertad. Pero era solo un espejismo pasajero. Al reconocerse como agua, recupera la libertad. ¿Río o remolino? Los humanos somos paradójicos: participamos de ese “doble nivel”: totalidad y forma limitada, identidad y personalidad, consciencia y yo… ¿Cómo vivirlo con sabiduría? Los filósofos estoicos nos dejaron una clave que me parece profundamente sabia: distinguir lo que depende de nosotros y lo que no depende nosotros. En esto último no tenemos nada que hacer, pero al mismo tiempo, lo que no depende de nosotros no puede dañar lo que somos en lo más profundo, porque afectará únicamente a la forma (persona) que tenemos. Nuestra capacidad de maniobra queda limitada a lo que depende de nosotros. Y eso no es otra cosa que nuestra mente, es decir, el modo como interpretamos todo lo que nos sucede. Lo cual encierra un certero mensaje: lo decisivo –también en las crisis– no es lo que nos ocurre, sino cómo interpretamos lo que nos ocurre. Mientras crea ser un yo separado, será imposible superar la sensación de impotencia y abandonar el control; cuando, por el contrario, comprenda que soy uno con todo, mi existencia se convertirá en un canto a la Vida, en la que me dejaré fluir, consciente de ser uno con ella. El texto que acabamos de leer está enmarcado en un contexto más amplio de polémica entre Jesús y los fariseos, después de la curación del ciego de nacimiento. Quien no entra por la puerta, es ladrón y bandido. Quien no es dueño de las ovejas, sino asalariado, no está dispuesto a dar la vida por ellas. No se trata de una propuesta anodina sino de una denuncia en toda regla. Todo poder que no se pone al servicio del pueblo es contrario a Dios. Hemos abandonado los relatos pascuales, pero no nos salimos del tema pascual.
No es verosímil que Jesús se declarara pastor de nadie. Este evangelio se escribió setenta años después de morir Jesús y nos cuenta no lo que dijo sino lo que aquellos cristianos pensaban de Jesús. Ellos sí se sentían dirigidos por Jesús e intentaban seguir sus directrices. En el AT el título se aplicaba a Dios o a los dirigentes. En tiempo de Jesús, el pastor era, casi siempre, el dueño de un pequeño número de ovejas, a las que cuidaba como si fueran miembros de la familia, incluso, cobijándolas bajo el mismo techo, llamándolas por su nombre propio. De ellas dependía el sustento de la familia. El pastor modelo está en contraposición con el mercenario. El pastor que es dueño de las ovejas actúa por amor y no le importa arriesgar su propia persona para defenderlas de cualquier peligro. El mercenario actúa por dinero, las ovejas le traen sin cuidado. En (4 Esd 5,18) dice: “No nos abandones como pastor a su rebaño en poder de lobos dañinos”. La figura del lobo está en paralelo con la del ladrón y bandido, que arrebata y dispersa. Precisamente lo contrario de lo que hace Jesús, reunir las ovejas dispersas (11,52) La imagen del pastor fue muy utilizada en el AT. Se aplicó a los dirigentes, muchas veces para llamar la atención de que no cumplían con su deber. Se aplicó al mismo Dios que, cansado de los malos pastores, terminaría por apacentar Él mismo a su rebaño. La única idea original de Jn es la de dar la vida por las ovejas. Seguramente es una interpretación de la vida y muerte de Jesús como servicio a los hombres. No se trata de un discurso de Jesús, sino de una manera de trasmitir lo que aquellos cristianos pensaban sobre él. Yo soy el buen pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería (agathos). (Kalos) significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección suma. No se dice solo de las personas (el vino en la boda de Caná (2,10). Pastores “buenos”, puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno. El tomar el evangelio que acabamos de oír como excusa para hablar de los obispos y de los sacerdotes no tiene ni pies ni cabeza. La tarea de los dirigentes no tiene nada que ver con lo que nos quiere decir el evangelio. El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê” y “psukhê”. No significan lo mismo, y por eso pueden causar confusión. Psukhên significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar. Como pastor excelente, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús se desvive por los demás. Desvivirse: Mostrar incesante y vivo interés, solicitud o amor por una persona (DRAE). Es exactamente lo que queremos decir aquí de Jesús. La entrega de la vida física es la manifestación extrema de su continua entrega durante su vida. Quien no ama hasta dar la vida no es auténtico pastor. El máximo don de sí es la comunicación plena de lo que él es. No se trata de que, por su muerte, se nos conceda algo venido de fuera. Se trata de que su Vida, puesta al servicio de todos, prende y se desarrolla en los demás. Conozco a las mías y las mías me conocen. No se trata de un conocimiento a través de los sentidos o de la razón. En el AT el conocimiento y el amor van siempre juntos. Ese conocimiento mutuo es una relación íntima, por la participación del Espíritu. Esta reciprocidad nos lanza a años luz de la simple imagen de oveja y pastor. Este mutuo conocimiento-amor, lo compara con el que existe entre Jesús y el Padre. La comunidad de Jesús no es una filiación externa, sino una experiencia-vivencia de amor. Tengo otras ovejas que no son de este atrio. Sitúa Jn su evangelio en el amplio contexto de la creación. De ahí deduce la visión universalista de la misión de Jesús. Los supuestos privilegios del pueblo de Israel, desaparecen. Ya en el prólogo habla de la “luz que ilumina a todo hombre”. Nada que ver con creernos elegidos o pensar en un Dios propiedad exclusiva nuestra. Todas las religiones han caído en esa trampa; la nuestra ha sido la más exagerada en esa reivindicación de una exclusividad de Dios. Un solo rebaño, un solo pastor. La ausencia de conjunción "y" o preposición "con" entre los dos términos, indica que la relación entre Jesús y el rebaño no es de yuxtaposición ni de compañía. Jesús como fuente de Vida es el aglutinante que constituye la comunidad como tal. No puede ser encerrada en institución alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabado por el Espíritu que da cohesión interior. Jesús no ha creado un corral donde meter sus ovejas, todos los hombres forman parte de su rebaño. El dar Vida empalma con el tiempo de Pascua porque la experiencia pascual es que Jesús les comunica Vida. Nosotros tenemos la posibilidad de hacer nuestra esa Vida. Se trata de la misma Vida de Dios. "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí". El que me come, quiere decir el que me hace suyo, el que se identifica con mi manera de ser, de pensar, de actuar, de vivir. Si Jesús es pan de Vida, no es porque lo comemos sino porque nos dejarnos comer. En la medida que cada uno de nosotros hayamos hecho nuestra esa Vida, estaremos dispuestos a desvivirnos por los demás. El salir de sí mismo e ir a los demás, para potenciar su Vida, no depende de las circunstancias; es un movimiento que tiene su origen es esa misma Vida. El amor que nos pidió Jesús está reñido con cualquier clase de acepción de personas. No estamos acostumbrados a tener este detalle en cuenta, y así creemos que es amor lo que no es más que recíproco interés o simpatía visceral. Meditación-contemplación “Yo doy mi vida por las ovejas”. No se trata de dar la vida muriendo, sino de poner toda tu vida al servicio de los demás. Solo lo que se da, se gana. Todo lo que se guarda, se pierde. En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.
No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: piedra angular para hablar de Jesús (1 lectura); padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo de Jesús y de nosotros. Pasado y presente de Jesús (Hechos de los apóstoles 4,8-12) Se supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro pronuncia un discurso en el que atribuye la curación a Jesús (este discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. Para comprender la respuesta de Pedro debemos recordar que, para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En las pocas palabras que pronuncia Pedro se resume el pasado y el presente de Jesús. El pasado ofrece una imagen de él totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Sólo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al lisiado, y el único que puede salvarnos a todos nosotros. Presente y futuro del cristiano (1ª carta de Juan 3, 1-2) La 1ª lectura habla del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª, de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, nuestra semejanza con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos de un deportista famoso o un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros. Presente y futuro de Jesús (evangelio de Juan 10, 11-18) La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como "el buen pastor" debería haber dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que haya un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros. Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor, nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho. |
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